viernes, 21 de septiembre de 2012

LA TELECO Y EL INAL



-         ¡Que no! ¡Que no funciona! Ya lo he probado todo, lo he revisado, he cambiado las piezas, los cables, las conexiones… ya no se que más hacer…
-         ¿Y si revisas la estructura? ¿Las bases del proyecto? quizás encuentres algo que se te ha pasado. Empieza otra vez desde el principio.
-         ¿Empezar desde el principio?
Llevo dos años, DOS AÑOS, diseñando y construyendo este puto chisme que iba a ser la revolución del mercado. Empezar otra vez dice... Mejor lo desecho y me meto a barrendera. Seguro que tengo más futuro que con esta mierda de trasto.- dijo Nerea con cara de pocos amigos.
-         Yo solo intento ayudar.
-         Gracias. Ahora, piérdete.

Nerea era ingeniera de telecomunicaciones. Acababa de finalizar la carrera y estaba inmersa en un proyecto que cambiaria la era de los móviles. Un pinganillo bautizado como Inal, el cual te metías en la oreja y podías hablar con cualquiera. Estaba conectado a un pequeño dispositivo que enganchabas a un llavero, a una pulsera o a lo que quisieras y dándole a un botón, se desplegaba una pantalla translucida hecha con Zurer. En ella, podías escribir, mandar mensajes, conectarte a Internet… era como un ordenador en miniatura.

Pero su invento la traía por la calle de la amargura. Cuando probaron el Inal, según todos los cálculos debería de haber funcionado, pero nada más encenderlo hizo puff, se apagó y ya no había vuelto a funcionar. Por esta razón llevaba un par de meses atascada, se pasaba día y noche pensando en el proyecto, tal era su preocupación que en las ultimas semanas había sufrido insomnio. Estaba en el metro cuando le dio el ataque de ansiedad, sufrió un bloqueo tan grande que tuvieron que sedarla y estuvo varios días durmiendo. El medico, le dio la baja, diciéndole que necesitaba tranquilidad absoluta y que se fuese de vacaciones a un lugar para relajarse.

Después de mucho discutir, consiguieron convencerla. La metieron en un avión, junto con su amiga Goiztiri,  rumbo a Botswana para hacer un safari de 15 días.

Cuando aterrizaron tras 17 horas de vuelo y varios transbordos les esperaban sus guías, Marta y Joan, con un todo terreno para dirigirse al hotel, que iba a ser el campamento base. Era un lugar en mitad de la llanura, compuesta por seis cabañas totalmente integradas en el entorno, en el que los animales corrían a sus anchas. En el camino de entrada les recibieron tres elefantes impidiéndoles el paso, así pues, tuvieron que esperar hasta que se quitaron. Nerea y Goiztiri no daban crédito, apenas pestañeaban, aquel lugar era hermoso.

-         Este es vuestro hotel – les dijo Marta- Hoy tenéis el día libre para descansar y conocer la zona.
-         Pero no os alejéis demasiado. Nunca se sabe detrás de que arbusto puede haber un león hambriento- bromeo Joan
-         Procuraremos no alejarnos- dijo Nerea
-         Y si lo hacemos, llevaremos una chuleta en el bolsillo- rió Goiztiri
-         Bueno chicas, nos vemos mañana a las seis de la mañana. Os aconsejo descansar- concluyo Joan
Las dos chicas se dirigieron a sus habitaciones. A pesar de estar en mitad de la nada, aquello era todo lujo, con una ducha en la que entraban tres personas mínimo y una cama gigantesca de 2X2 con una mosquitera alrededor. Se ducharon, dieron una vuelta, cenaron y se fueron a dormir. 

Al alba, un gran camión abierto por la mitad las estaba  esperando en la entrada. Se montaron en el y fueron a ver cientos de animales distintos. Elefantes, jirafas, cebras, leones, antílopes, hipopótamos…estaban tan cerca, casi los podías tocar, oías su respiración, veías sus movimientos, era algo que producía adrenalina, pero también transmitía tranquilidad, viéndoles totalmente relajados como si no hubiese nadie mirando. Repetían todos los días, viendo animales o viejos restos de la humanización y sin perderse aquellos atardeceres, que fundían el cielo en tonos naranjas, convirtiendo el resto del mundo en insignificante.

El décimo día del viaje, en una de sus expediciones diarias, tuvieron un accidente. Intentaron esquivar a una cuadrilla de jirafas que se encontraban en la ruta, con tan mala suerte que no vieron un tronco con varias ramas rotas, esto provocó que se pinchasen tres ruedas y que el camión volcase sin que ellos pudiesen hacer nada. Afortunadamente todos salieron ilesos, con algunos rasguños, pero nada importante.


-         Voy a llamar por radio para que nos vengan a buscar- dijo Marta
-         No os preocupéis, seguro que se soluciona –les intento tranquilizar Joan
-         Malas noticias, como es muy tarde y ya esta anocheciendo, no podrán venir a buscarnos y a arreglar esto hasta mañana.
-         ¿¿¿Y ahora que hacemos??? – pregunto Nerea
-         Tendremos que pasar la noche aquí
-         ¿¿¿AQUÍ??? ¿¿¿con todos esos bichos ahí fuera campando a sus anchas??? –Pregunto Goiztiri atemorizada
-         No nos queda otro remedio- Contesto Joan- A no ser que… Hay una tribu, que vive a quinientos metros de aquí. Son pacíficos, les conocemos y seguro que nos dejan pasar la noche con ellos. Así estaremos más resguardados y podréis dormir tranquilas.

Cogieron las tiendas de campaña y algo de comida y se pusieron en marcha.

            Los Guretxametsas eran una tribu que vivía en un pequeño poblado, tenían casa hechas con barro o estiércol y paja, rodeados por una verja de estacas colocadas en paralelo. Se vestían solo de cintura para abajo, con telas y pieles de animales (las mujeres llevaban falda y los hombres taparrabos), ellas también llevaban un montón de collares de diferentes colores y pulseras de alambre que cubrían el antebrazo.  Estaban de celebración, hoy habían cazado, todos estaban bailando y saltando alrededor de la presa. Cuando les vieron llegar pararon en seco, los guías les ofrecieron sus respetos y les explicaron la situación y ellos sin pensárselo dos veces invitaron a todos a unirse a la fiesta. Nerea no tenía ganas, se sentó en un tronco, estaba reticente pensando que siempre tenía que fallar algo en su vida. De repente una pandilla de niños se le acerco y la arrastro a bailar. Algo le paso mientras daba saltos y giraba, su alma se relajo, volvió a recordar lo que era importante, volvió a reír, volvió a saborear la vida. Bailó, cantó, intentó comunicarse con la tribu (esto era bastante complicado, pero el lenguaje por señas es universal), cocinó e incluso cenó antílope, fue una de las mejores noches de su vida.

      A la vuelta de vacaciones volvió a retomar su proyecto, cuando llevaba un mes y se iba a dar por vencida vino el rector de la universidad. Resultó, que a través de las cámaras de vídeo vigilancia, descubrieron que uno de sus compañeros de laboratorio había estado saboteando su trabajo, nunca confeso el por que lo hizo.

El trabajo de Nerea fue premiado, mundialmente reconocido, convirtiéndola en una ingeniera millonaria. Y sí, ella siguió trabajando, claro está, con más calma. Pero también viajó para conocer nuevas culturas y lugares recónditos y así, enriquecerse de personas que no tenían ni idea de lo que era un Inal.

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